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The great wave at Kanagawa.

The great wave at Kanagawa.
This amazing work by K. Hokusai is one of my favourite works of art: vulnerability and strenght; the paradoxical beauty of imminent death and thousands of waves hidden in the foam -perfect example of the fractal nature of the Universe-.

Viaje a Blackpool


Árboles de colores y Rhododendron color lila (los hay de todos los posibles colores)

You cannot help falling in love with the English countryside. It is almost impossible ressisting its charms, even if you were not one for open spaces, for skies permanently stripped by rain or the colour green covering every inch of land and splashed on walls and people.

I, personally, always dreamed of England as the faithful source of Turner‘s paintings or the books I used to love in my childhood, those with images of small Cottages crowned by multicoloured flowers thrusting out of the stones and growing through the crevices; or binding the already narrow roads; or pending from trees like vine. England was the land of royal roses.
And yet, after many years of looking for pieces of this land everywhere else in the world, and of loving its language with devotion and resignation; this England existed only in my dreams.
For years it grew larger and was populated by poetic names and stories, by legends made out of mist.
I would have thought that this England I imagined could only live inside my books. But no. What a surprise to find my childhood dreams a reality!

There is a certain melancholy in the countryside. The sky is dyed by the nostalgy of my argentinean exile. By the exile of all argentineans. And I wonder now if we enherited more than the stiffen suit, something besides this primitive taste for meat; more than the scones, le eternal kettle, la red face of our houses, the railroads and our heart beating with the pace of trains; the train stations and that sweet smell too (Werneth? Are you sure Sol you are not in Coghlan? Just around the corner you could visit Julian… hold on, you have to fold the world like a hankie to get to Coghlan!.. and yet I am sure we are there); or the blue vault of Constitución with metalic stratosphere, or the names of our streets and neighbourhoods, or our uniforms and so many surnames, or our food. I really wonder if we owe something else to this English sky, because only Mar del Plata looks like Blackpool.. and only La Pampa can be as green as this… There is a certain melancholy in the English countryside and it seems to me like the most beautiful place on Earth. It seems to me like I woke up in Buenos Aires to feel again how my roots growing as they used to.

No queda más remedio que enamorarse de la Campiña inglesa. Es difícil resistirse a sus delicados encantos, incluso si uno no es un gran amante de los espacios abiertos, de el cielo constantemente rayado por la lluvia o del color verde cubriendo cada centímetro de tierra y salpicado siempre sobre la gente.

Yo personalmente, siempre imaginé a Inglaterra como la fuente fidedigna de las pinturas de Turner o como aquellas estampas de los pequeños Cottages (cabañas de piedra) rodeados de flores multicolores naciendo con rabia de las piedras, ciñendo los caminos y coronando los árboles; la tierra de las rosas reales, de las majestuosas rosas de mil tamaños. Pero, a pesar de tantos años de buscar pedazos de esta tierra en todos lados y de amar su idioma con devoción y resignación; esa Inglaterra existía solamente en mis sueños. Por años creció y se pobló de poéticos nombres, de historias de amor y desamor, de leyendas alimentadas por la niebla. Hubiera pensado que era una Inglaterra inexistente excepto en los libros de mi infancia. Pero no.
¡Qué sorpresa encontrarme con mis sueños cara a cara! Descubrir que la idílica pintura que mi imaginación construyó lentamente sobre castillos enciclopédicos con el pegamentos de las historias que contaba mi abuelo existía en algún lugar sobre la tierra. Era un sueño real que me esperaba desde siempre.




Hay una cierta melancolía en la campiña. El cielo está teñido de la nostalgia-savia del destierro argentino. Del destierro de todos los argentinos. Y me pregunto si acaso heredamos algo más que el traje almidonado, algo más que el primitivo gusto por la carne; más que los escones, la tetera calentándose de por vida, las caras rojas de las casas, los ferrocarriles, los trenes, los túneles, las estaciones (¿Werneth? ¿Estás seguro de que no estamos en Coghlan? A la vuelta vive mi hermano…. Quizá no, hay que doblar el mundo para llegar a Coghlan y sin embargo estoy ahí); la bóveda celeste de Constitución con estratósfera de metal, el olor, el olor… mmm… Dios mío, el olor de las estaciones y los trenes; los uniformes y los apellidos; y la comida (pasteles de carne, pasteles de papa, torta pascualina de tantos sabores… ¿estoy en casa?). Me pregunto qué le debemos al cielo inglés… porque sólo Mar del Plata se parece a Blackpool; sólo el mar verde de la Pampa sabe ser tan verde. Hay una cierta melancolía en la campiña y a mí me parece el lugar más hermoso sobre la Tierra. Y a mí me parece que desperté y me levanté en Buenos Aires para sentirme de nuevo con raíces que crecen.


Fuimos a visitar la caravana de los papás de Craig. Muy linda y espaciosa. Una pequeña casa con una pileta miniatura. Era como jugar a la casita.
El viaje fui maravilloso y por suerte muy corto también (una hora nada más).
Pasamos por Wrae Green (el pueblo más lindo que he visto hasta ahora, lástima que no tengo ninguna foto pero declaro en este momento que si algún día me sobra la plata voy a vivir en Wrae Green, no importa si encima de un árbol) y luego llegamos a Lytham (primero Lytham y luego Lytham & St. Anne). Lo más hermoso es el Molino erguido en medio de ese gran campo verde y saludando al Mar. No se ve claramente en la foto pero ese banquito está sobre la costanera que llega hasta Blackpool y que se asoma sobre el Mar de Irlanda.Una Iglesia típica metodista (que me gustan mucho más que las católicas) tan imponente que casi te dan ganas de agradecerle a algún Dios el estar ahí.
Por cierto que en Wrae Green pasamos por un campo de Criquet y eso me recuerdo lo poco que he dicho sobre el juego . El hecho de que vivamos a apenas unos metros de el Club de Criquet puede ser indicativo de lo popular que es el juego en el país.
Me gusta ver a los jugadores siempre vestidos de blanco, con los cardiganes y el gorrito blancos, incluso si evidentemente el clima los terminará por maltratar. Son como palomas en medio de aquellos extensos y pelados campos verdes. Le dan a los pueblos un cierto exotismo ártico.
Finalmente llegamos a Warton. Y luego de varias millas por estrechos caminos contenidos por altas murallas verdes ( los típicos caminos ingleses suelen tener bardas de piedra y/o arbustos a los costados que los hacen parecer aún más estrechos de lo que son) y de docenas de casitas de cuento llegamos al parque de los remolques (Caravanas).
Vendría a ser lo que los gringos llaman “Trailer park“ aunque en Yanquilandia son vistos como el semillero de la pobreza y de la miseria (y muchas veces lo son) ya quisiera yo tener un remolquito de estos. No hay lujos aunque tiene todo. Camas para seis, una cocina completamente equipada (y muy moderna), dos baños (sí.. como que es mucho); una sala de estar muy pero muy grande. Un comedor cómodo… etc. Lo más importante es que hay calma y… SILENCIO. Atrás de la Caravana de Kath y Brian hay un pequeño arroyuelo y un estanquito (sí.. son muy pequeños, de ahí los reiterativos diminutivos) . Ahí vimos patitos caminando en la ribera de estanque (y cruzando un arqueado puente de piedra) y muchas vacas que nos vinieron a saludar el sábado en la tarde. Cuatro de ellas se formaron en fila frente a la verja de madera y se nos quedaron viendo fijamente. Parecía como si ellas estuvieran más sorprendidas de ver humanos que nosotros de pararnos frente a estar monumentales vacas (debo reconocer que nunca había estado frente a una… me parecieron sorprendentemente grandes).
De vez en cuando cambiaba la guardia. Ora algunas jugaban y retozaban sobre la hierba, ora las que habían jugado y retozado adoptaban la curiosa posición frente a nosotros. Nada raro al parecer.
Por desgracia la lluvia no nos dejó disfrutar plenamente el fin de semana. Pero no fue capaz de arruinarlo en lo más mínimo.
El domingo al mediodía fuimos a Blackpool. Éste pueblo es muy famoso como destino turístico por su playa y por el entretenimiento que ofrece The Golden Mile (“La milla dorada“), que es como la Costanera en Buenos Aires (muy similar en apariencia) pero con muchísmos lugares para comer, jugar, llevar a los niños, etc.
El lugar más famoso se llama Pleasure Beach (La playa del placer)… pero no es una playa. Es un parque de diversiones con Montañas rusas y cosas del estilo que a mí nunca me han gustado para nada. Tan sólo ver algunos de los juegos de lejos me dio indigestión. Al parecer la ciudad está muy cambiada. Solía ser un chiquero pero ahora no sólo han limpiado la playa sino que han remodelado la costanera. No se ve en la foto pero han levantado los muelles y construido un camino a todo lo largo de la milla dorada con bancas para admirar apropiadamente el mar y con obras de arte muy interesantes.
La costanera en sí me recordó a Acapulco, aunque en este caso las tiendas están mirando al mar y no al revés. No mi parte favorita pero reconozco que en un día de verano y con un lindo sol debe ser muy divertido. Y por la noche (cuando no hace tanto frío) debe ser muy divertido ir a alguno de los muchos centros nocturnos. Incluso hay un salón de Tango por ahí.
El pueblo en sí; es decir, lo que está detrás de la Milla dorada y donde vive la gente ral de Blackpool me recordó a Mar de Plata: Chalets por todos lados.
En general me gustó el lugar aunque yo no soy de playas ni Ferias.
Me quedo con los otros pueblos de la zona y con la maravillosa vista desde el Molino de Lyntham.


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